(Los últimos fríos)
Por Laxe
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Abrigate, Laura, que es el día más frío del año, dice Mario a su hija desde la cama. ¿Cuánto hace, viejo?, pregunta ella, la mano ansiosa en el picaporte de la puerta de calle. Mario observa su habitación en la pantalla del televisor apagado: su panza se le ofrece como en un granangular: esférica y desbordada como nunca antes Laura me había llamado así. Acordate que hoy me tenés que buscar a las siete por el colegio, dice ella y toma una bufanda del perchero junto a la puerta. Chau, viejo. Habrá que acostumbrarse, piensa Mario y enciende el televisor. En la esquina inferior derecha: 12 grados centígrados. No era para tanto, pero igual aunque les digas que nieva se ponen una bufandita y nada más, piensa Mario y se imagina dando una conferencia sobre cómo debe usted transmitir información práctica a sus hijas adolescentes auspiciada por alguna marca de toallitas femeninas, infinito el salón de conferencias, un escenario donde él diría, tras la mesa rectangular mantel verde botellas de agua mineral micrófono rótulo plástico con su nombre, la próxima, por favor, una última diapositiva, aplausos, preguntas, una madre que se acerca cuando todos ya se han ido, fornicar en alguna habitación del hotel, porque la sala de conferencias estaría en un hotel, cómo puede ser que ya me esté masturbando a las siete de la mañana, se pregunta Mario mientras toma un poco de lubricante de su mesita de luz para apurar un orgasmo débil antes de volverse a dormir.
Ocho, dice Laura al chofer, contenta por haber utilizado esa nueva forma de pedir un boleto de ochenta centavos de peso. Ningún asiento vacío, algunas personas de pie. A ver, quién de ustedes se baja primero, piensa. Avanza hasta el final del pasillo y un tipo no demora en levantarse. Laura ocupa el asiento tibio y tras sacarse la bufanda, abre su campera y toma el reproductor de la mochila para que Rosario Bléfari alomejorteconfundiómiformadeser la distraiga durante el viaje que la alejará de su Almagro natal hacia Plaza de Mayo. Sube gente. ¿Alguno dirá ocho también? Laura mira por la ventana hacia la noche matinal. Al cruzarse de brazos, su puño queda expuesto al roce de un pantalón. Mira en el reflejo de la ventana la cara de un viejo que se hace el distraído el muy atorrante, piensa Laura, a ver si se la aguanta. El viejo resiste. Quizá no sienta nada. Entre el vaivén que produce el caprichoso acelerarfrenar del colectivo, Laura palpa con los nudillos la erección incipiente.
1 comentario:
queremos la data del tour de poesía de los viernes !!!
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